Conllevar la monarquía

Decía Ortega y Gasset sobre la cuestión catalana que había que asumir que no tenía solución, y lo mejor que podíamos hacer era conllevarlo y vivir con ello. Pues bien, algo parecido va camino a suceder con la monarquía en España: la institución está sumergida en una triple crisis ideológica, territorial, y generacional, y no parece que haya forma de revertir esto en el corto plazo.

Así lo señalan los datos de la encuesta publicada hoy por 40dB, y aunque ofrezca valores algo diferentes a la hecha por Gad3, todas las realizadas sobre el asunto nos permiten intuir que cuanto más de izquierdas y más joven se declara el encuestado, menos posibilidades hay de que apoye a la institución monárquica. Y más preocupante todavía: en una escala en la que 0 es extrema izquierda y 10 extrema derecha, el conjunto de los españoles sitúan a la institución en un 6,5. El Rey es el Rey de todos los españoles, pero cada vez más gente lo siente como el Rey de la derecha.

Por no hablar del tema territorial. El último barómetro del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, el mismo que destacaba un descenso remarcable del separatismo, otorgaba de media a la monarquía entre la población catalana un 1,59/10. Es más: un 55% de la población le ponía un cero patatero, y en la misma encuesta aparecían como dos de las instituciones mejor valoradas por los catalanes la Guardia Civil (5,5) y el Ejército (5). No es un rechazo a España ni a sus símbolos, sino al Rey y a su figura.

Y esto no siempre ha sido así: en el 94, como bien señala Orriols, las diferencias entre la valoración de la monarquía en Cataluña y el resto de España eran anecdóticas, como también lo eran las diferencias en la valoración de la monarquía entre la izquierda y la derecha o entre jóvenes y gente mayor. La gracia de la monarquía parlamentaria está en que el jefe del Estado es neutral y no está sujeto al juego partidista, por lo que puede conseguir un apoyo amplio entre la población, a pesar de que no tenga poder ejecutivo. Pues bien: esto en España antes, se daba. Ahora no.

Pero si bien la monarquía ha pasado de ser una “monarquía de todos” a una “monarquía de parte”, la hipotética Tercera República tampoco es vista como una “república de todos”, sino como una “república de parte”, concretamente de la izquierda. El porcentaje de votantes de las formaciones de derechas que optarían por la República en un referéndum sigue siendo muy bajo, a pesar de que entre los de Ciudadanos puede haber algo de debate, pero menor del que hay entre los del PSOE con el tema. Así pues nos encontramos quizás en el peor escenario posible: el modelo actual de jefatura del Estado no suscita consenso, pero su hipotética alternativa tampoco. Estamos en ese claroscuro que Antonio Gramsci hablaba, en el que viejo mundo se muere, pero el nuevo no acaba de nacer. Condenados a tener un modelo de jefatura del Estado de parte, nos quedemos con el actual o cambiemos al otro.

Y ese bloqueo favorece la prevalencia de la monarquía. La Constitución Española, como es lógico, prevé mecanismos constitucionales muy duros para cambiar la jefatura del Estado, y el PP y VOX tienen mayoría tanto en el Congreso como en el Senado para bloquear una hipotética reforma constitucional en este sentido. Porque a pesar de que la monarquía solo retenga a la derecha, mientras la siga reteniendo, no va a abrirse el melón de la reforma por falta de consenso. Quienes quieren forzar un cambio necesitan mayorías cualificadas, quienes quieren mantener el status quo tienen suficiente con mantener un apoyo estable de medio país con el voto concentrado en opciones no transversales para bloquear la reforma. El día que llegue la Tercera República, será porque todos la veremos como la prolongación natural del régimen del 78, no tras un proceso de ruptura constitucional. Y con el visto bueno, por supuesto, de la calle Génova.

Como ese día está todavía muy lejano en el tiempo porque en el PP ni hay debate ni hay incentivos para abrirlo, no nos queda otra que conllevar la monarquía, sabiendo que es la opción de jefatura del Estado preferida por solo medio país, pero el otro medio no es capaz de construir una alternativa lo suficientemente transversal como para proponer un cambio serio. Pero por favor, cuando casi ningún representante de las izquierdas quiera salir en un vídeo en el que los participantes se limitan a decir “viva el Rey” junto a Santiago Abascal, ahorraros la indignación y los lamentos, porque es bastante normal y bastantes votos pierde ya el PSOE por negarse a abrir el melón.

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